domingo, 14 de febrero de 2010

Historias: "Este penal no se patea"

"Este penal, en Ataliva, no se patea"

Un penal sobre la hora es cosa seria. Hasta un pueblo pacífico y campechano como Ataliva Roca puede alterarse y perder la calma por algo así. Que lo diga si no el árbitro que dirigió aquel histórico Pampero-Penales.
MARIO VEGA
El sol caía lentamente en la tarde del domingo. En la cancha de Ataliva Roca, el equipo de fútbol local, Pampero, se debatía en procura de un empate que no llegaba, y la gente afuera empujaba impaciente a sus jugadores para que fueran en procura del arco rival. Es que el Deportivo Penales ganaba 1 a 0, pero era su arquero el que defendía como un león la diferencia. "El Ruso" Alejandro Eberhardt se estiraba de palo a palo y salvaba en el ángulo imposible; o se tiraba a los pies del delantero que llegaba para fusilarlo. Pero el 1 a 0 estaba allí, inconmovible, inmodificable.
Faltaba poco, y cuando parecía que la valla carcelera caía, la salvada providencial, el cruce oportuno de un defensor, y hasta algún remate en el palo le decía no a las aspiraciones del local. Había un enorme entusiasmo en ese más de medio millar de personas que se agolpaba, la nariz contra el alambre.
¿Era una tarde de los primeros años de los '70? Ha pasado mucho tiempo y no es fácil recordar, pero algunos detalles permanecen invictos en la memoria. Va llegando el minuto 90 y el "Gringo" Bongiovanni, aprovechando su velocidad y el adelantamiento de las líneas defensivas de Pampero, se va hacia el gol. Pero un defensor alcanza a cruzarse en la jugada y tapa el remate. Juan Carlos Gamba, "El Pelado", con la número 4 en la espalda llegó al cruce y todos respiran... Pero algo pasa.

¿Penal, dónde?
El árbitro viene corriendo desde lejos y marca penal. ¿Penal, de dónde? El petiso hombre de negro, también pelado, se señala el antebrazo. "Penal, el defensor tapó el remate con su brazo. Es penal". Si el estadio estaba que ardía ni que hablar ante esa decisión arbitral. Se lo quieren comer al referí, le gritan de todo, y hasta algunas mujeres detrás del arco lo insultan de arriba abajo, pero el hombre impertérrito señala los 12 pasos.
"El Pelado" Gamba no lo puede creer. "¿Pero qué me cobrás, si me dio en el pecho?, ¿estás loco?". Se adueña de la pelota tomándola entre sus brazos, mientras el referí estira los suyos para pedírsela. "No te la doy, que penal ni que penal", le dice el jugador.
La escena ya es tragicómica: los dos "pelados" se disputan la pelota. Que sí, que no, que sí, que no... Forcejean un poco y el juez logra hacerse de la redonda. Penal y roja para el otro "Pelado", para Gamba.
La gente se vuelve loca, se cuelga del alambrado, quiere ingresar a la cancha y hacer justicia por propia mano. Los jugadores de Penales permanecen en un rincón sin participar, hasta que parece volver la calma.

Bronca.
Hay que reanudar el juego. El público se agolpa sobre el arco norte de la cancha de Pampero para seguir lo que está pasando. Hay mucha bronca, mucha decepción, y un destinatario de tanta ira: el referí.
Minuto 90. Penal. El arquero, Tachi Montigni, se para en medio de su arco; el delantero, el mismo de la corrida y el remate, el "Gringo" Bongiovanni ya está frente a la pelota. ¿Qué irá a pasar? El Tachi es bueno y está tranquilo, pero el "Gringo" le pega con un fierro. Seguro que le va a querer levantar el arco.
Hay una formidable gritería, un enorme bullicio, pero todo se va acomodando como para que se ejecute la pena máxima. Los insultos se van atenuando y dan paso a una tensa expectativa. La gente está como aguardando el final de la saga para "actuar", y no es muy difícil adivinar lo que puede pasar cuando termine el partido.
Todo está listo. El arquero parado sobre la línea, el ejecutante frente a la pelota ya dispuesta en el punto del penal, el referí a un costado tomando las últimas providencias... Pero algo pasa. Se hace un silencio, la multitud calla. Sí, algo pasa...

El atildado señor.
De entre los dos bancos de suplentes, desde el portón que habilita el paso de los protagonistas hacia la cancha, un señor, atildado, pantalón claro, pulóver verde agua y mocasines, camina casi tranquilamente. Ha ingresado en la cancha y transita los 50 metros desde el "túnel" -no había túnel- y se dirige donde todo está por decidirse. El árbitro ya tomó cuenta de su presencia y lo observa. El arquero mira hacia el intruso, el delantero manos en jarra espera a ver qué sucede... El hombre sigue caminando y todo el mundo lo mira. Ahora es el centro de atención.
"Es Ochoa. Sí, es Ochoa", confirma alguien del público. Ochoa llega al "escenario del crimen" y se planta ante los protagonistas. Se para frente a la pelota y la levanta con sus manos, la coloca bajo uno de sus brazos y dice una frase que todavía se recuerda: "Este penal, aquí en Ataliva, no se patea". Tan parsimoniosamente como entró se lleva el balón y sale por el mismo lugar por el que había ingresado. "Este penal en Ataliva, no se patea".
El intendente del pueblo ha determinado que no habrá penal, ni habrá gol, ni habrá final del partido, por lo menos en los términos convencionales.

Corrida y planazo.
Pero no sería todo. El portón quedó abierto y la gente comienza a entrar. Primero son decenas, pero después pasan el centenar. Y tienen un objetivo. Darle "su merecido" al árbitro. El pobre "pelado" no sabe qué hacer. Corre a protegerse detrás del arco norte, y tiene suerte, porque no lo cercan. La gente lo corre pero como si fuera un reguero de hormigas, unos detrás de otros pero sin cortarle el paso. El "pelado" corre hacia el arco sur, y dispara los 100 metros superando la marca de Ben Johnson. Vuelve a meterse detrás de las redes, parece que lo van a alcanzar, pero ve que alguien le hace una seña desde el portón de entrada y allá va, superando su propia marca en la desesperación. Está a salvo ¿A salvo? El "Paisano" Pataccini, más grandote que un ropero, lo está esperando. El planazo en la frente "lo clava" en el piso al pobre petiso, y ahora sí, le pegan todos. Es una gran pateadura y lo golpean hasta las mujeres hasta que, al fin, la policía interviene, lo separa y se lo lleva.
Fue 1 a 0 nomás, pero ese penal en Ataliva no se pateó. La autoridad municipal se había impuesto, aunque la paliza al referí fue tal que, según cuentan, tuvo que viajar parado buena parte de su regreso en tren a Buenos Aires. Dicen que ni sentarse podía.

En la prensa.
Eran, claro, otros tiempos. No había internet, las comunicaciones eran difíciles hasta telefónicamente, y los medios de comunicación se arreglaban de otra manera. Era común que en los pueblos el corresponsal de los diarios capitalinos fuera alguien que ejerciera la docencia en la escuela del lugar. En Ataliva quien cumplía esa tarea era un querido personaje: Egle René Díaz. Dueño de una bonhomía muy particular, Egle se llevaba bien con todo el mundo. Era maestro, y también oficiaba de corresponsal del desaparecido diario La Capital. No había en esos tiempos muchas informaciones de interés, y el fútbol de alguna manera era una buena posibilidad de que la localidad apareciera en algún suelto del periódico santarroseño. Pero la noticia se hizo esperar esa vez. Lo sucedido podía ser calificado de "grave", y por allí podía caberle una suspensión al club del pueblo, y también a varios de sus jugadores y dirigentes. Había que tratar la información de la mejor manera. Nada más que 45 kilómetros separan a Ataliva Roca de Santa Rosa, y aún así aunque parezca increíble las noticias tardaban bastante en llegar. Hoy alcanzarían minutos para que todo trascendiera y se magnificara. Varios días después del partido, algo así como el jueves de la semana siguiente, un recuadrito decía en La Capital: "Perdió Pampero 1 a 0". La crónica eran unas pocas líneas en las que se mencionaba el amplio dominio del equipo local, que no le alcanzó para llegar al empate. Al final, como al pasar, se señalaba que algunos pequeños incidentes fueron "controlados" y no llegaron a mayores. El pelado referí, si aún vive, debe recordar todavía con mucha angustia los momentos que pasó aquella tarde.

Fuente: diario "La Arena" 14/02/2010




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